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‘Binge-watching’ infantil: ¿más adicción, menos capacidad de control?

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Los niños también sufren depresión después de una maratón de series, pero tienen menos mecanismos cognitivos para hacerle frente y sus efectos son más dañinos.

Entre los programas y películas más vistos en reproducción en continuo (streaming) durante el 2020, un 36% son contenidos de género infantil o preadolescente, como por ejemplo Toy story 4, Frozen II, Moana, Mascotas 2, Onward, El Grinch, Aladdín (2019), El bebé jefazo, New Girl, Crónicas vampíricas, entre otros, según afirma un informe de Nielsen. «Este público consume muchas horas de contenidos, si no hay suficiente control parental, y las plataformas están aprendiendo de los gustos de los más pequeños, porque, al final, son las audiencias de su futuro; en el fondo, es una inversión», afirma Elena Neira, profesora colaboradora de los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).

«Del mismo modo que con los adultos, en las plataformas de streaming los contenidos para menores se estrenan en bloque —la temporada entera— para generar ese consumo adictivo que les resulta tan rentable. Lo que se persigue es tener a la persona enganchada, y aún más en el caso de un niño, cuyo consumo es naturalmente compulsivo», advierte Neira. De hecho, el consumo televisivo de los menores de dieciocho años ha aumentado, lo que demuestra dos hechos: que la situación pandémica ha comportado un aumento de los hábitos audiovisuales y que las plataformas digitales han dirigido contenidos más prolongados a estos públicos, con más series de animación que nunca.

Para Diego Redolar, neurocientífico de la UOC y profesor de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación, conviene tener en cuenta que «los menores tienen menos capacidad de control, dado que en estas etapas iniciales del desarrollo hay diferentes ámbitos de control cognitivo —que dependen de regiones laterales de la corteza prefrontal— que no funcionan completamente, ya que dichas regiones todavía se encuentran en proceso madurativo».

Los mismos recursos de seducción, pero más dañinos

Para seducir a los espectadores más pequeños, estas plataformas trabajan de forma similar a como lo hacen con los adultos. Utilizan recursos como el estreno en bloque, el encadenado automático de capítulos y la posibilidad de saltarse los créditos de entrada y salida. «Nuestro sistema nervioso tolera mal la espera y la demora. Tener la posibilidad inmediata de ver varios capítulos o temporadas podría activar regiones de crítica importancia en el sustrato nervioso del refuerzo —como el estriado ventral o la corteza prefrontal medial—, lo que facilitaría que la persona «se enganchara» con más facilidad a la serie», afirma Redolar. «En los niños esta respuesta se puede ver incluso más marcada», añade el experto.

Con el consumo obsesivo, o binge-watching, «no solo se activa nuestro sistema nervioso de refuerzo, sino que, además, se crea una relación más fuerte y empática entre el espectador y los personajes», explica el neurocientífico. Neira añade que, en el caso de los niños, ese vínculo es aún más fuerte, puesto que «empatizan más con los personajes; la animación se hace pensando en ese tipo de relación emocional tan profunda, con el objetivo de convertir a ese niño en un espectador muy intenso».

«Ante una maratón de series, el sistema nervioso puede generar dopamina, una señal química relacionada con el placer», afirma Redolar. Aporta una recompensa natural e interna de placer que refuerza la relación con esa actividad, y el cerebro envía sensaciones positivas al cuerpo para que continúe con esa tarea.

Y la depresión pos-binge-watching, ¿la sufren también?

Sin embargo, una vez saciado el atracón y con la serie acabada, aparece lo que se conoce como pos-binge-watching (‘posatracón’), una especie de depresión por inmersión. ¿Sufren los niños del mismo modo que los adultos este fenómeno? «También la sufren. Parten de los mismos mecanismos neurales subyacentes y tienen implicaciones conductuales y cognitivas similares. La diferencia fundamental es que los niños no disponen de tantos mecanismos cognitivos para hacer frente a esta situación, y los efectos podrían ser más dañinos», advierte Redolar.

¿Qué peligros supone el binge-watching infantil?

El hecho de que una serie pueda gustar al espectador activa el sustrato nervioso del refuerzo, es decir, el cerebro insiste en seguir haciendo aquella acción, porque le resulta gratificante. «El peligro radica en si esto supone que la persona deje de hacer actividades importantes, como practicar ejercicio físico, salir con sus amigos o socializar, o pierda horas de sueño, para dedicar más tiempo a ver series. Si esto fuera así, podría tener efectos sobre el desarrollo cerebral, dado que estos factores tienen una importancia crítica para un correcto desarrollo», advierte Redolar.

En los últimos años, el mercado de plataformas de reproducción en continuo ha experimentado un gran crecimiento. De hecho, según Digital TV Reserch, en el 2020, la televisión de pago reunió alrededor de 50 millones de suscriptores. Se prevé que en el año 2025 habrá 30 millones de suscriptores de plataformas de vídeo a la carta (video on demand) en América Latina. «Las elevadas estadísticas de consumo harán que este servicio sea cada vez más imprescindible en el núcleo familiar y, por tanto, habrá menos tendencia a darse de baja de estas plataformas. Por otra parte, cuanto más consumo, mejor conocerán a sus usuarios, y mejores contenidos podrán producir. Esa directriz es muy clara y se aplica exactamente igual en el caso del contenido infantil», concluye Neira.

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