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¿Cómo manejar la pérdida de un familiar por Covid-19, con niños y adolescentes?

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  • Dentro del marco del Día del Niño, la psicóloga y experta de Instituto Cloralex, Ana Patricia González comparte cómo identificar un cuadro de desgaste emocional crónico en niños y algunos consejos para contrarrestarlo.

México a 30 de abril, 2021. A más de un año de que inició la pandemia por Covid-19, la población mexicana aún vive angustiada por los impactos inmediatos del virus en la salud física. De acuerdo con la Maestra Ana Patricia González Rodríguez, del Consejo Nacional para la Enseñanza e Investigación en Psicología (CNEIP) e integrante del grupo de expertos de INSTITUTO CLORALEX, millones de personas se siguen enfrentando al virus, lo que nos coloca en un estado de urgencia en términos de salud mental.

Entre los grupos de la población que están mostrando altos grados de padecimiento psicológico como depresión y ansiedad, relacionado con Covid-19, son los niños y adolescentes debido al estrés familiar, el miedo a contagiarse, el aumento de abuso o violencia en algunos casos, la educación perturbada, la incertidumbre sobre su futuro y la pérdida de algún familiar dentro de una etapa en la que se están desarrollando emocionalmente. Adicional a ello, las condiciones de sana distancia y el aislamiento social han restringido el acceso a un duelo normal, lo que contribuye aún más a la angustia.

¿Cómo reconocer un cuadro de desgaste emocional crónico en niños y jóvenes?

  • Irritabilidad y llanto
  • Dificultad para conciliar el sueño o sueños de angustia
  • Cambios de comportamiento como alejarse de las personas
  • Alteraciones en la alimentación
  • Somatizaciones
  • Miedo o agresión
  • Problemas de atención y memoria
  • Incapaz de sentirse satisfecho y pérdida de interés
  • Cambios de apariencia o falta de higiene básica
  • Identificar afectos de frustración, negación, dolor y culpa.

Tras la pérdida, es esencial evidenciar factores que generan mayor vulnerabilidad como lo es el género, la edad del doliente, el vínculo con la persona fallecida, los duelos anteriormente vividos y la cultura en la que vivimos, que en México suele ser de bastante apego emocional hacia los que nos rodean.

  • Estimula al niño o joven a expresar sus sentimientos. Existen sistemas familiares donde no se permite mostrarse débiles o dedicar el tiempo requerido a la despedida del ser querido, pero cuando se puede expresar el dolor en el entorno familiar el duelo cobra una oportunidad de sanación.
  • Orienta al niño con un lenguaje empático, pero se claro. Es fundamental que los niños y adolescentes puedan expresar sus preguntas ante la pérdida, muestren su tristeza y sobre todo que cuenten con un soporte familiar que les brinde contención y las palabras adecuadas para nombrar la pérdida.
  • Realiza con ellos alguna actividad metabolizadora de emociones. Es beneficioso que los niños expresen sus sentimientos a través de dibujos, juegos o rituales que le permitan una despedida del ser querido.
  • Realiza alguna actividad placentera. El duelo es un proceso complejo aún en niños, pero los niños se benefician de rutinas y actividades como aprender algún idioma, cursos de cocina, deportes que les hagan entender que la vida continúa.

Otras recomendaciones para evitar el estrés postraumático como parte de las pérdidas:

  • Acércate a información veraz
  • Cuenta con redes de apoyo para la contención emocional
  • Fomenta la resiliencia ante un contexto de adversidad e incertidumbre
  • Mantén los espacios de convivencia familiar, sin dispositivos móviles o videojuegos, los cuales también pueden afectar la salud física ante la exposición prolongada de luz blanca
  • Establece rutinas en donde exista un equilibrio entre lo escolar, actividad física y esparcimiento

Datos que recordar:

  • De acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud (OPS) el 20% de la población de entre 15 y 49 años aumentó su consumo de alcohol durante la pandemia.
  • Aproximadamente la mitad de todas las afecciones de salud mental comienzan a los 14 años.
  • El suicidio es la segunda causa principal de muerte en jóvenes de 15 a 29 años.

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